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PRIMERA ETAPA DE LA INTELIGENCIA ESPIRITUAL

Proyecto para trabajar la Inteligencia Espiritual

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La etapa de la educación en la espiritualidad

Esta primera etapa tiene como objetivo la búsqueda de sentido a la vida. La persona descubre qué es lo que le configura como tal y debe responder. El asombro ante las situaciones de la vida implica un compromiso con la realidad en la cual se vive. Los retos de este proceso educacional consisten en que el niño se haga preguntas hondas sobre la vida y descubra qué es lo más importante que lo configura como persona y ser en el mundo. En esta etapa entra en juego la identificación con los valores y su jerarquía.

Esta primer etapa nos habla de los valores y el sentido de la vida. Se parte de la experiencia común de búsqueda de sentido y de la identificación de los valores. La persona se hace la pregunta sobre qué es lo que configura su vida como ser humano y qué es lo importante para él.

1. Los objetivos de la educación en la espiritualidad

Los objetivos que se proponen para esta etapa van destinados a que la persona alcance unas experiencias que serán la base para los posteriores aprendizajes.

1. La persona debe experimentar capacidades de admiración, asombro, misterio y pregunta. Es muy importante saber identificar las experiencias y cuestionarse sobre ellas.
2. El niño y el adolescente deben aprender a utilizar las emociones y sentimientos para canalizar su crecimiento personal. Es importante el autoconocimiento de su propia persona.
3. A tempranas edades es importante practicar el amor hacia la naturaleza, la admiración por la creación y por el mundo en el que viven. Es importante el silencio y la contemplación.
4. Trabajar con la creatividad en las expresiones plásticas como son el arte, dedicar tiempo a la música, a su deleite y contenido, serán elementos básicos para trabajar en etapas posteriores en la iniciación al arte litúrgico.
5. Desarrollar la capacidad de empatía con diversas personas que padecen injusticias, sufrimientos y dolor humano. El conmoverse ante el sufrimiento humano ayuda al niño a integrar su identidad de «ser en el mundo» con las limitaciones que proceden del «ser».
6. El niño y adolescente deben identificar sus propios valores e identificar la importancia que tienen los valores de las otras personas, con la capacidad de conocerse y valorarse a través de sus propias decisiones, aciertos y fracasos.

2. Las habilidades espirituales

Lo espiritual tiene un carácter dinámico, de camino y búsqueda, de interrogante infinito, más importante que la respuesta es la pregunta, más importante que el camino es el caminar. Cuando potenciamos la dimensión espiritual podemos alcanzar una serie de habilidades y capacidades que conforman todo un proceso personal que debe culminar en la experiencia religiosa.

El reto de esta experiencia religiosa son las habilidades espirituales[1] que proporcionan en el despertar del niño destrezas que le ayudaran a trabajar e integrarse bajo el contexto formado por el «yo», «el otro», «el cosmos» y «Dios».

La primera habilidad o destreza pertenece a la «sensibilidad», ésta permite percibir la vida desde una visión trascendente. Estar sensible permite recibir estímulos desapercibidos para otros, saber reconocerlos e interpretarlos. Ser capaz de entender estos estímulos y saber reaccionar emocionalmente ante ellos.

La actitud básica de esta habilidad es la percepción, y la palabra clave es la sensación. El objetivo consiste en que el niño debe estar atento a lo que le rodea. Es en esta habilidad donde se puede trabajar con el concepto de Dios, y los mensajes que proceden de Él. El niño debe aprender a percibir a Dios en las pequeñas cosas. El mensaje cristiano de esta habilidad es el Dios que está siempre a tu lado.

La «sensibilidad espiritual» consiste en despertar emociones y sentimientos trascendentes y debe hacer nacer el respeto por sí mismo (su cuerpo), los otros y la naturaleza. El sentimiento que hace germinar es el de agradecimiento interior y personal por la familia, los amigos y la creación. Es en este momento cuando surge el tema de la oración.

«La oración se trata de un desahogo, de una búsqueda de contacto con Dios, de proclamar su amor y de agradecer su amparo y grandeza[2].»

Descubrir a Dios en todas estas cosas puede llevar al niño a comprender el mensaje de que Dios está siempre a su lado. Toda la belleza del exterior nos puede ayudar en este cometido. La naturaleza y la belleza de la vida son elementos que pueden expresar a Dios.

La segunda habilidad es la «introspección», que nos permite la observación interna de los pensamientos, sentimientos y acciones. Va muy unida a la Inteligencia Intrapersonal que se trató en el capítulo tercero. Es la capacidad de adentrarse en uno mismo y conocerse, muy vinculada a los procesos psicológicos del autoconocimiento, autoestima y autoconcepto.

En esta habilidad el objetivo del niño es que aprenda a sentir a Dios en el silencio, en la soledad de uno mismo, la interiorización de las vivencias personales son importantes, porque a través de ellas se puede llegar a comprender que Dios le habla en su interior. La actitud básica es la de escuchar y la palabra clave es el interior. El mensaje antropológico de la persona es que el individuo pueda ser consciente de sus pensamientos más profundos.

3. Los métodos para el trabajo en la IES

Estos métodos o ejercicios son el paso previo para activar la vida espiritual del niño, adolescente o joven. Esta activación nos interesa que se realice en la perspectiva religiosa cristiana y por ese motivo lo insertamos en el ámbito educativo.

3.1. Trabajar la atención y la consciencia plena
Para alcanzar lo que Viktor Frankl llama una «existencia con sentido[3]», es necesario gozar de una atención plena de lo que se hace y se vive. Para iniciar al niño a la vida espiritual es necesaria la práctica de la atención y de la consciencia plena. Animar a los niños a cuestionarse sobre sus creencias convencionales y lo que denomina Torralba en su libro Inteligencia Espiritual, saber tomar distancia para superar cualquier tentación fanática o fundamentalista.

Las personas de la sociedad actual, y especialmente niños y jóvenes, viven en un mundo de estímulos informativos y publicitarios que no pueden digerir. Una de las claves para trabajar la atención está en rentabilizar al máximo el tiempo educativo, llenarlo de contenido y significado, y esto se realiza dedicando la máxima atención.

Las claves de esta atención plena son la escucha atenta y dispuesta. Existen cuatro tipos de atención[4]: la atención cósmica que orienta la persona hacia todo el universo; la atención ética que orienta hacia la otra persona, y hace ver sus necesidades; la atención interior, que es la que lleva a escuchar la voz interior, la voz de la conciencia; y la atención a lo trascendente, que es la atención a lo Absoluto en medio de todo lo caduco y fugaz.

«Un método para alcanzar progresivamente la atención y la consciencia plena con los niños es la meditación denominada, técnicamente, Mindfulness», consiste en un método de observación directa e ingenua, ausente de crítica y de valoración.

3.2. Cultivar los valores
Cultivar los valores es otro de los elementos de los que se ocupa la IES. Los valores son un nivel o una ética de cómo vivir. Los valores marcan el camino de la persona, de una institución, de una cultura, o de un país, son elementos claves en el sentimiento de identidad. Entre los valores distinguimos los personales, los sociales y los espirituales. En la persona humana muchas veces se entremezclan. Los valores políticos o religiosos suelen estar en la categoría de valores sociales. Los valores espirituales pueden entrar en la categoría de lo espiritual o lo social, aunque existen algunas virtudes y valores muy conectados con la espiritualidad: el cuidado, la atención, la reverencia, la compasión, la tolerancia, el respeto, el perdón o la humildad, y para que estos valores sean espirituales han de ser practicados.

La educación en valores ayuda a la IES a descubrir un nuevo lenguaje, el silencio, y se da cuenta de que la vida tiene un sentido más profundo y trascendente. En la educación de la IES hay que aprender a mirar nuestro interior y a crear paz y silencio: Es a través del silencio que podemos conocer en profundidad cuáles son los valores que nos configuran como persona.

Jonan Fernández, en su manual Educar en ser persona[5], nos propone ocho aprendizajes muy sugerentes para trabajar en los valores de la IES. El aprendizaje de la limitación de la condición humana, el aprendizaje del sentido del agradecimiento, el aprendizaje de la escucha de la conciencia, el aprendizaje del significado de la dignidad humana, el aprendizaje del más diálogo, el aprendizaje del más de la empatía, el aprendizaje del más de la paciencia, y el aprendizaje del amor.

Hoy la religión tiene un papel fundamental en la sociedad para ayudar a los hombres a ser más humanos, la educación de los niños mediante los valores es un aspecto clave en la religión cristiana. Educar «en valores como la dignidad de la persona, el sentido de la vida, la fidelidad, la interioridad, la comunidad y la trascendencia, el misterio y la mística, la experiencia del presente y la eternidad, y la lucha por la justicia. Una vida en gratuidad, amor y generosidad frente a la vida egoísta y de puro comercio hoy tan de moda[6].» La religión tiene el deber y la necesidad de abrir caminos de libertad y amor y educar en los valores con los que hoy, nadie educa.

Crear un ambiente familiar que potencie y desarrolle estos valores, teniendo en cuenta cada caso y cada hijo en su edad respectiva. La transmisión de valores no se realiza a través de contenidos teóricos, sino en la comunicación personal de quien los vivencia y traduce en experiencias vitales, creando al mismo tiempo un clima de cultivo y respeto a esos valores que constituyen al ser humano como persona. De ahí la importancia de «ser» y de la «calidad» tanto de los padres como de los educadores[7].
La educación de los valores no es, pues, una asignatura, sino un proceso que acompaña y penetra el conjunto de realidades que van configurando el hacerse de la persona. Esto exige una implicación por parte de padres y educadores en vivir en sus ambientes esos valores y de educar la capacidad para percibirlos, discernimiento para elegirlos, creatividad para expresarlos, libertad y compromiso para vivenciarlos.

3.3. Ejercitar la capacidad de asombrarse
No cabe duda de que el niño en su infancia y fase de crecimiento tiene una capacidad natural de asombrarse[8]. A medida que pasa el tiempo y el niño crece va perdiendo esta capacidad. Es bueno que los niños no pierdan esta capacidad durante el proceso de maduración, como está ocurriendo actualmente con la «infancia secuestrada[9]».
«No solo poseemos una capacidad innata para el asombro sino que es una necesidad pero, por distintos motivos relacionados con el miedo y el ansia de control, nuestra sociedad tiende a malinterpretar y, en consecuencia, a reprimir dicha capacidad de asombro incluso en los niños[10].»

El desarrollo de la pedagogía del asombro es determinante en el crecimiento de los niños. El educado se descubre a sí mismo como un ser capaz de interrogarse sobre lo que vive, se siente capaz de reflexionar y de hacerse preguntas. Pero en la etapa de crecimiento se ve como el único ser con la necesidad de entender, de comprender, pues es el único ser que puede leer los signos y descifrarlos, comprender las señales y descubrir su sentido.

3.4. Buscar el gusto por el silencio
El silencio es de gran importancia en nuestro mundo actual, el silencio nos transporta al Misterio de Dios. Debemos educar a los niños en la iniciación al silencio. El silencio puede ser pasivo, físico, externo y activo, interno, silencio espiritual. La iniciación al silencio necesita un proceso gradual y respetando el ritmo del niño, entrar en la sala de puntillas, colocar la campana del silencio, el grito del silencio, dar palmadas, visualizar situaciones, ver mimos, la canción que se pierde, escuchar sonidos, relajación, son ejemplos de la utilización del silencio en esta etapa.

La pedagogía del silencio es una de las alternativas para cultivar la IES en la catequesis. En el silencio el hombre puede preguntarse sobre cuestiones de la vida y puede tener experiencias que se conectan con la vida espiritual[11]. En las grandes tradiciones religiosas el silencio tiene un fondo muy importante, desde la meditación, la oración, el hombre conecta con Dios y con el mundo. «El silencio permite escuchar, acoger, recibir y hospedar la Palabra liberadora[12].»

Educar al niño en el lenguaje del silencio es tan importante como educarlo en la expresión verbal. Enseñar a los niños a callar, a superar el ansia de hablar abre las puertas de un interior por descubrir. La experiencia del silencio en los primeros niveles educativos hace que los niños se familiaricen con esta experiencia y aprendan a hacer cosas con ella, a nosotros nos interesa profundizar sobre la oración.

Cuando una persona vive plenamente el silencio tiene posibilidad de entender las complejidades de la vida, las debilidades y potencialidades personales.

«Creo que debo hacerlo: por la mañana, antes de empezar a trabajar, "meterme en mi interior", escuchar lo que hay dentro de mí. Sumergirme dentro de mí misma. También se le puede llamar meditar [...] El ser humano se compone de cuerpo y alma. y una media hora de gimnasia y otra media de "meditación" puede ser la base de un fundamento sólido para la tranquilidad y la concentración de un día entero [...] Hay que aprender a hacerlo. Todo el caos pequeño burgués, todo lo superfluo tendría que borrarse desde dentro. Al fin y al cabo siempre queda mucha intranquilidad sin motivo en una cabeza tan pequeña. Es verdad que también hay sentimientos y pensamientos que enriquecen y que liberan, pero el caos siempre los atraviesa. La finalidad de la meditación debería ser: convertirse por dentro en una gran y amplia llanura, sin un alevoso matorral que impida la vista. Que crezca algo de "Dios" dentro de uno mismo, tal como hay algo de "Dios" en la Novena Sinfonía de Beethoven. Que también surja algo de "amor" por dentro, no un amor de lujo de una media hora en el que sumirse con orgullo gracias a un par de sentimientos sublimes, sino un amor con el que poder influir en las pequeñas acciones cotidianas[13].»

En el silencio nos autodescubrimos, vemos con claridad nuestra vida, lo que hacemos y lo que no, la calidad de nuestra existencia y lo que Dios y el prójimo esperan de nosotros. En el camino del silencio se alumbran grandes cosas, el silencio habla[14].

3.5. Cultivar la admiración por la naturaleza
El ejercicio de la educación ecológica forma parte de la sensibilización en una educación medioambiental que tiene como fin sensibilizar a los niños del cuidado y el respeto que merece la naturaleza.

«Una persona espiritualmente sensible es capaz de detectar la belleza de las pequeñas cosas, de gozar con lo que ofrece la realidad: un amanecer, el rocío, un rostro en la calle, unas flores amarillas, un atardecer, las trenzas de una niña. No necesita del artificio no de la complicación para gozar de la realidad[15].»

Despertar en el niño una actitud de respeto, de admiración, e incluso de reverencia, hacia la creación y hacia todos los seres vivos que la integran.

Nel Noddings (1929) es un americano feminista, pedagogo y filósofo, conocido por su trabajo en la filosofía de la educación, la pedagogía y la ética del cuidado, y propone que en los centros educativos tiene que haber plantas de todo tipo y seres vivos para potenciar la conexión del niño con la naturaleza, y el sentido de respeto y armonía con la creación.

La experiencia de la belleza es una de las posibilidades que ofrece la vida, pero que solo puede degustar la persona que ha sido educada en la contemplación. Frank Kafka decía: «La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece.» La educación de la IES implica una consciencia ecológica. Respetar toda forma de vida es un imperativo en la construcción de un mundo perfecto. La belleza, la bondad y la unidad del mundo conducen ante todo a una experimentación de la naturaleza.

3.6. Experimentar la fragilidad
La experiencia de la fragilidad y del misterio es otra opción para adiestrarse en la IES. Delante de los sufrimientos dolorosos de la vida, el ser humano se pregunta el por qué de las cosas. En las situaciones límites se activa la IES.

Ser maduro consiste en ser consciente de la propia fragilidad, en tener lucidez[16] respecto a lo que uno es y abrirse al misterio de la trascendencia. La vulnerabilidad no es algo extraño al hombre pero la integración de ella en la persona ayuda a vivir honradamente con su «yo» y el mundo. Cuando alguien se da cuenta de que no puede con todo y que la desgracia o lo inesperado puede llegar en cualquier momento a su vida se moviliza la IES.

3.7. Escuchar música
Otra forma de estimular la IES en la catequesis es a través del deleite musical y del canto cooperativo. La música despierta la emoción y estimula la inteligencia intrapersonal. El cultivo de la inteligencia musical excita el sentido del misterio y pertenencia al Todo. «Es un potente antídoto al instinto individualista y egocéntrico[17].»

La música tiene la cualidad de expresar sensaciones, situaciones de alegría, de dolor. Para Kandinsky es la expresión de su mundo interior[18]. Salvador Pániker manifestaba en una entrevista en un periódico: «No soy ateo porque existe la música de Bach[19]».

3.8. Adiestrarse para el misterio
Cuando uno es sensible a la idea de misterio, se da cuenta de que la realidad es más de lo que uno percibe y se despierta el anhelo del saber, la curiosidad por descubrir lo oculto y lo misterioso.

Albert Einstein ya citaba: «La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio[20]» Es beneficioso que los niños adquieran el sentido del misterio, que se den cuenta de los límites del ser humano y comprendan los múltiples caminos para acceder a la realidad. Francis Collins en su libro ¿Cómo habla Dios? relata: «La ciencia no es suficiente para responder a todas las preguntas importantes […] El sentido de la vida humana, la realidad de Dios, la posibilidad de una vida después de la muerte, y muchos otros interrogantes espirituales caen fuera del alcance del método científico […] La ciencia no es el único camino del conocimiento. La visión espiritual del mundo ofrece otro camino para encontrar la verdad[21].»

[1] Cfr. M. J. FIGUEROA IÑÍGUEZ, Desarrollar las Inteligencias Múltiples en clase de Religión (y segunda parte), en art. cit., 24
[2] A. TORRES QUEIRUGA, Mas allá de la oración de petición, en «Iglesia viva» n. 152 (1991) 91
[3] Cfr. V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, ob. cit.
[4] Cfr. F. TORRALBA, Inteligencia Espiritual en los niños, Plataforma Editorial, Barcelona, 2012, 220-221
[5] Cfr. J. FERNÁNDEZ, Educar en ser persona, Baketik, Andoain, 2010
[6] D. NATAL ÁLVAREZ, Los valores humanos de la religión como propuesta actual de humanidad, en «Revista de Espiritualidad» n. 288 (Julio-Septiembre 2013) 313
[7] Cfr. C. IZQUIERDO, Escuela de padres. Curso de orientación familiar, PS Editorial, Madrid, 1994, 119
[8] Cfr. T. HART, ob. cit., 81-89
[9] Fenómeno que hace referencia a un tipo de niños que ya no se asombran de nada, que vienen de vuelta de todo, que nada les sorprende, porque supuestamente lo han visto todo y muchas veces.
[10] T. HART, ob. cit., 87
[11] Cfr. F. TORRALBA, El silencio, un reto educativo, PPC, Madrid, 1999
[12] F. TORRALBA, Jesucrist 2.0, ob. cit., 175
[13] E. HILLESUM, Diario de Etty Hillesum. Una vida conmocionada, Anthropos, Barcelona 2007, 24-26
[14] Para tener una visión más amplia sobre autores que hablan del silencio, de la sabiduría y de la mística en la noche, consultar: J. L. VÁZQUEZ BORAU, La inteligencia no es el cerebro, en art. cit., 24-31
[15] Cfr. F. TORRALBA, Inteligencia Espiritual en los niños, art. cit., 229
[16] Cfr. E. MARTÍNEZ LOZANO, ob. cit., 40-44
[17] F. TORRALBA, Inteligencia Espiritual en los niños, ob. cit., 265
[18] Cfr. W. KANDINSKY, De lo espiritual en el arte, Premia, México, 1989, 65
[19] A. ESPADA, No soy ateo porque existe la música de Bach, en «El Mundo» (25/11/2013)
[20] A. EINSTEIN, Mis ideas y opiniones, Prisa Innova, Barcelona, 2009, 34
[21] Cfr. F. COLLINS, ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la Fe, Temas de Hoy, Madrid, 2007, 228-229

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